2. El Derecho a Enamorarse de un Personaje
Nos aproximamos a la literatura por una sencilla razón: nos sentimos identificados. En realidad eso pasa con el arte en general. Nos gusta un cuadro, una canción, una melodía, una película, porque nos toca alguna fibra. Puede ser una superficial, como pasa en una comedia ligera. O puede ser una muy profunda, como sucede con algún cuadro cruento o una melodía triste. Es así que comenzamos a “engancharnos” con un género artístico y es por esa capacidad que tiene el arte de trabajar los sentimientos y las emociones de una forma que los medios prácticos no logran.
Sin embargo para un niño o un adolescente que todavía no está claro en su identidad, o que no maneja ciertas nociones abstractas, una de las formas más fáciles de verse reflejado es a través de un personaje. Quizás uno de los mejores ejemplos sea Sapo, el personaje de Max Velthuijs. Sapo cautiva lectores de todas las edades porque lo que enfrenta lo enfrentamos todos en distintos niveles.
Cuando buscamos nuestra identidad y tratamos de vernos en los demás para buscar quiénes somos realmente y qué hemos venido hacer a este mundo, cuando nos sentimos un poco aislados de nuestro entorno, hasta cuando estamos ansiosos porque creemos amar a alguien que es diferente a nosotros.
De Sapo es fácil enamorarse. Un niño jamás lo dirá con esas palabras. O no seamos tan tajantes, pues los niños siempre pueden sorprendernos, digamos más bien que lo más probable es que sencillamente escoja, la mayoría de las veces, los cuentos de un personaje, que se emocione cuando lo vea, en su casa, en una librería, en el colegio y nos diga con emoción “¡Mamá! ¡Mira a Sapo!”
Algunos padres sienten temor de que la predilección hacia un personaje prive a sus hijos de descubrir otros libros. Sin embargo, no hay mejor evento que este, porque como todo lector, ser humano al fin, eventualmente querrá explorar otros territorios, hacer nuevos amigos. No hay mejor momento en la literatura que cuando uno siente que el personaje sobre el que lee es amigo de uno, o lo que es más, cuando uno siente que el personaje es uno mismo. Cuando uno se ve reflejado.
Amamos aquello que conocemos. Amamos aquello en lo que creemos que nos vemos. Y aunque un niño pequeño no pueda expresar esa reflexión por un tema de lenguaje nos lo está diciendo con su predilección por ese personaje.
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