martes, 27 de diciembre de 2011

Harry Potter


La verdad es que no sé por qué nunca había leído Harry Potter. No soy de esos lectores que tiene prejuicios contra lo que se vende. Creo que hay cosas que uno tiene que agradecer que sean un éxito. Y siempre he pensado, aún antes de leerlo, que Harry Potter es una de ellas, pues ha animado a muchos jóvenes y adultos a leer. Ya por eso tiene un mérito enorme.

Debo confesar que aminé por un reto. Un amigo me dijo que no me hablaría más hasta que lo leyera. Y tenía toda la razón. No sólo adoro la literatura infantil y juvenil, sino que es lo que me gusta escribir. Ahora, hay tantas cosas que a veces otras se quedan por fuera. Ciertamente era imperdonable que no hubiera agarrado la obra de J.K. Rowling.

Me alegro de que esto haya pasado. Harry Potter no será una obra de las que cambiarán el mundo de la literatura. Aunque tiene un mensaje profundo sobre la vida, la muerte, la amistad, la lucha de cualquier persona por tratar de ser especial, diferente, y a la vez lo más parecido al resto de la gente, que es lo que hace al libro algo especial. Y además Rowling lo hace una creatividad.

Harry Potter es sabroso de leer, conectas rápidamente con los personajes y te dejas llevar por ese mundo que están describiendo, hasta el punto que uno duda, si en esta ciudad no habrá también un mundo paralelo de magos, brujos, hechizos y magia negra que anda entre nosotros sin que nos demos cuenta.

He conocido niños que me han dicho que les da terror leerlo. Que el sólo hecho de pensar en abrir la tapa del libro les hace temblar de miedo. Y son las películas las culpables. Así como también tienen la culpa de que otros niños que he conocido me digan el clásico “para qué voy a leerlo si me divierto más viendo la película.” Sí. Tiendo a culpar un poco al cine, aunque la verdad es que siempre me da curiosidad una versión cinematográfica. En todo caso, sí siento que “contaminó” un poco el imaginario del libro el hecho de que hace tiempo vi una de las películas y es imposible no haberse topado con la cara de Daniel Radcliff por ahí.

Así que el Harry Potter de mi cabeza no es el que mi pintó Rowling, sino el que ya se hizo famoso desde que salió el primer libro al cine.

En todo caso. ¿Valió la pena leerlo? Sí. Absolutamente. Si no lo hubiese dejado a la mitad. Es libro de una estructura sencilla, muy bien narrado, que te va llevando hasta un climax emocionante y con giros que tal vez no son inesperados, pero que son deliciosos de leer.

Es un buen libro para animar a los jóvenes a la lectura, y más a meditar sobre lo que los rodea, y una cantidad de temas que tienen que ver más con la realidad que con la magia.

Harry Potter, soy tu fan.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Decálogo del Niño Lector: #2

2. El Derecho a Enamorarse de un Personaje

Nos aproximamos a la literatura por una sencilla razón: nos sentimos identificados. En realidad eso pasa con el arte en general. Nos gusta un cuadro, una canción, una melodía, una película, porque nos toca alguna fibra. Puede ser una superficial, como pasa en una comedia ligera. O puede ser una muy profunda, como sucede con algún cuadro cruento o una melodía triste. Es así que comenzamos a “engancharnos” con un género artístico y es por esa capacidad que tiene el arte de trabajar los sentimientos y las emociones de una forma que los medios prácticos no logran.

Sin embargo para un niño o un adolescente que todavía no está claro en su identidad, o que no maneja ciertas nociones abstractas, una de las formas más fáciles de verse reflejado es a través de un personaje. Quizás uno de los mejores ejemplos sea Sapo, el personaje de Max Velthuijs. Sapo cautiva lectores de todas las edades porque lo que enfrenta lo enfrentamos todos en distintos niveles.

Cuando buscamos nuestra identidad y tratamos de vernos en los demás para buscar quiénes somos realmente y qué hemos venido hacer a este mundo, cuando nos sentimos un poco aislados de nuestro entorno, hasta cuando estamos ansiosos porque creemos amar a alguien que es diferente a nosotros.

De Sapo es fácil enamorarse. Un niño jamás lo dirá con esas palabras. O no seamos tan tajantes, pues los niños siempre pueden sorprendernos, digamos más bien que lo más probable es que sencillamente escoja, la mayoría de las veces, los cuentos de un personaje, que se emocione cuando lo vea, en su casa, en una librería, en el colegio y nos diga con emoción “¡Mamá! ¡Mira a Sapo!”

Algunos padres sienten temor de que la predilección hacia un personaje prive a sus hijos de descubrir otros libros. Sin embargo, no hay mejor evento que este, porque como todo lector, ser humano al fin, eventualmente querrá explorar otros territorios, hacer nuevos amigos. No hay mejor momento en la literatura que cuando uno siente que el personaje sobre el que lee es amigo de uno, o lo que es más, cuando uno siente que el personaje es uno mismo. Cuando uno se ve reflejado.

Amamos aquello que conocemos. Amamos aquello en lo que creemos que nos vemos. Y aunque un niño pequeño no pueda expresar esa reflexión por un tema de lenguaje nos lo está diciendo con su predilección por ese personaje.

Esto nos lleva a tocar el tema de la importancia de leer bien los gustos literarios de nuestros hijos y alumnos. Es mucho lo que nos están diciendo cuando nos comunican su predilección por algún libro. Hay que recordar que el arte, como comentamos al principio busca las fibras de nuestras emociones y sentimientos, de modo que allí donde el niño ubica hay algo, hay un mensaje, hay un por qué.

Como padres, maestros, lejos de alejar al niño del personaje y decirle cosas como “¿Por qué siempre escoges a Sapo?¿No te fastidias?” Más bien hay que fomentarle el gusto. Recordarle que ese es su amigo. Mientras más es vea el niño en el personaje, más va a amar el libro, e inevitablemente eso lo llevará a buscar y amar otros libros.

Desde Teo, hasta José, Mathías, la misma Mafalda, la literatura está llena de personajes que nos han enamorado, que se han convertido en parte de nosotros mismos.

Todo lector tiene derecho a enamorarse de un personaje y vivir su idilio eternamente. Es la magia de la lectura, uno puede tener muchos amores y serles fiel a todos, pues al final se traduce en un amor que es uno solo, el amor a la literatura.

En el Bosque de Anthony Browne


“Una noche, me despertó un ruido espantoso.” Así comienza En el Bosque de Anthony Browne, la historia de un niño que luego de aquella noche terrible se levanta para encontrar que su padre se ha marchado. A petición de su madre sale a llevar a su abuelita enferma una merienda, y toma justamente el camino que ella le ha pedido evitar. El atajo. El bosque. Allí el niño se enfrenta a experiencias que el lector no está seguro si son fantásticas o surrealistas.

¿Es el bosque el que hace que sucedan estas cosas? ¿Está todo e la mente del personaje? ¿Es el niño que tiene visiones porque intenta evadir la angustia que le produce la ausencia del padre? No lo sabemos. Es parte del recurso narrativo de Browne que mantiene la tensión durante todo el cuento, de esta forma el lector no puede sino sorprenderse cuando al final todo se resuelve de una manera convencional. Una vuelta a la realidad que casi se pudiera decir que roza lo aburrido. Lo interesante es que no lo hace.

El cuento toca un tema sensible como es el abandono y las reacciones que frente a este puede tener un niño pequeño. En las primeras páginas Browne utiliza las ilustraciones para demostrar el estado de angustia del niño que pega por todos lados etiquetas que leen: Papá, regresa! Están en el televisor, en la puerta, en la pared, hasta en el bote de basura que se encuentra al lado de la puerta de casa. Es evidente que el niño sólo tiene una cosa en la menta, el regreso de su padre. No sabe por qué se ha ido. Ni cuándo volverá. Nadie le ha explicado nada. Esta distancia con el mundo de los adultos se nota en la forma como Browne ilustra los diálogos entre madre e hijo. No se ven a la cara, no tienen una aproximación física. El lector puede sentir esta distancia, que no forma parte del texto.

Luego en el bosque Browne pone al niño frente a tres personajes que se relacionan con cuentos tradicionales. Cuentos que narraban historias de niños que en el bosque tenían experiencias fantásticas, como Hansel y Gretel, Ricitos de Oro y Juanito y las Habichuelas Mágicas. El texto no lo dice, pero a partir de la ilustración el lector puede deducir que estos personajes pertenecen a otra dimensión por decirlo de alguna manera, ya que si bien el niño está representado a full color, los personajes permanecen en blanco y negro.

En último episodio fantástico el niño se encuentra con un abrigo rojo que inmediatamente transporta al lector que ya conoce la historia de La Caperucita Roja, a las páginas de aquella historia. Cuando uno llega a es este punto son demasiados puntos en común con la historia, la abuela enferma, el bosque, el abrigo rojo, y el hecho de que en el texto el niño, que narra su experiencia en primera persona, confiesa recordar una historia en la que además de una prenda roja aparece un amenazante lobo feroz.

Browne nos presenta un libro cuya lectura es una experiencia casi cinematográfica. Desde el contraste en cuanto a color, con las cubierta en blanco y negro, donde los únicos colores pertenecen al niño, las guardas rojas que aluden a la Caperucita Roja, y el uso de los márgenes para mostrar distintos planos de una misma escena. Demuestran un dominio de los recursos tanto narrativos como editoriales para remarcar la capacidad de abstracción de un niño que sufre, la forma como puede salirse de la realidad, y volver a ella. En el Bosque nos presenta el viaje de un héroe que no sabemos si en un lugar más allá de su mente, o si más bien nunca salió de ella.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Entre Libros Los Palos Grandes


Ya lo dije en otra entrada. Me encanta recorrer librerías. Me fascina. No me siento mejor en ningún otro lugar. Las mesas de los que acaban de salir, de los más vendidos. Los escaparates con las ediciones de bolsillo. El rincón de los clásicos. Y esos lugares donde están aquellas bellezas enormes de arte, cocina, arquitectura. Hay un libro enorme de Da Vinci editado por Taschen que cada vez que lo veo le prometo ahorrar para comprármelo y ponerlo en algún lugar especial en mi casa. Algún día.


Esta mañana estuve en Entre Libros revisando estantes y buscando regalos de navidad. Encontre bellezas como Poemas a La Luna, editado por Edelvives. Está en la sección infantil y juvenil, pero creo que si el que le regale ese libro a la novia, la esposa o el amor platónico anota puntos para todo el año. Editado por Edelvives. Son costosos, así que hay que guardarlos para un regalo especial. Tienen varios libros de Anthony Browne, como Zoológico, Voces en el Parque, Mamá y Papá. Con esos no se falla a la hora de un regalo. Y claro está tienen los favoritos de Ekaré. Bellezas.


Me encantó que en la sección de música tiene libros como la Biografía Desautorizada de Keith Richards, de Victor Bockris y otros libros sobre The Rolling Stones. También algunos sobre Rap.


Sin embargo, lo que más me gusta de Entre Libros es que es atendida por sus propios dueños. Son amabilísimos. Te dejan pasear por las estanterías y literalmente te dan permiso de quedarte allí hasta que cierre. Te envuelven los libros en papel hermoso, con mucha amabilidad. Pero quizás lo más importante es que las muchachas que atienden conocen los libros y guían al comprador. En particular Selene, una muchacha con la que estuve hablando y que al igual que este Perro Naranja es una entusiasta de los libros. Estuvimos hablando con ella y con sus dueños y esto fue lo que nos recomendaron:


- Criadas y Señoras. De Katheryn Stockett. - Este libro no lo he leído, pero nos cuentan que se ha vendido bien y pude ser un buen regalo para una mamá o una tía.


- Fantasmas de Joe Hill. - Joe Hill es el hijo de Stephen King. Es una recopilación de cuentos de terror. Aparentemente muy buena.


- Nathan Fox de Lynn Brittney. - La autora combina la historia con la ficción de forma excepcional. El libro es emocionante. Ideal para adolescentes. El protagonista es un espía que cuando no está de cara al peligro es un actor en el grupo de William Shakespeare. Sí. Del ese mismo. Vale la pena.


- La Historia del Arte. De E.H. Gombrich - Esta belleza de libro es un clásico. Una belleza de regalo para quienes aman el arte o sienten la inclinación por aprender sobre ella. Una joya de libro, altamente recomendado.


- Los Días del Arocoiris. De Antonio Skármeta. Cuenta sobre Chile y está muy bien escrito. También un buen regalo en estas fechas.


Y claro. No sólo hay que hablar de lo que libros que le gustan a los libreros. Veamos qué es lo que más se ha vendido en noviembre en Entre Libros:


1. La Rebelión de los Naufragos. de Mirtha Rivero.

2. Fabricante de Peinetas de Inés Quintero.

3. Rating de Alberto Barrera Tyzka.

4. Las Fantasías de Juan Bimba de Axel Capriles.

5. Astro Agenda Lunar de Sylvia Gasparini.

6. Mi Cocina Ligera de Armando Scannone.

7. Cuentos de Sobremesa de Toto Aguerrevere.

8. Guía de Campamentos y poSadas de Elizabeth Klines.

9. El Ruido de las Cosas al Caer de Juan Gabriel Vasquez.

10. La CInta Roja de Carmen Posadas.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Decálogo del Niño Lector: #1


1. 1. El Derecho a que un adulto le lea en voz alta o lea a su lado.

D

Imagina que llegas a la escuela de manejo. Estás nervioso la única que ves que te pusiste detrás de un volante manejaste como si fueras un campeón de caballos coleados. Tal vez incluso chocaste. La cosa no es tan fácil como parece. Apretar pedales y mover el volante y ya.

Por eso estás allí sentándote con el instructor. Él te dirá lo que tienes que hacer, marcará la pauta, y sobre todo, compartirá contigo la experiencia. Al final la cosas compartidas son mucho más sabrosas y más cuando uno está aprendiendo.

Ahora imagina que el instructor se sienta a tu lado. Te ordena “maneja” y punto. No dice más nada. Se pone a leer un periódico o a chatear por el celular. Contesta llamadas. Se ríe. Tal vez incluso te dice “ve y da tres o cuatro vueltas a la manzana y me buscas aquí, yo me voy a tomar un cafecito.”

Te indignarías. ¿Cómo es posible que me deje solo? ¿Cómo espera que yo aprenda sin que me haya dicho una palabra? Ni un consejo. Ni un tip. ¿Cómo saber si lo estoy haciendo bien o mal si no está aquí para corregirme? Conclusión: no le importa. Lo más probable es que te frustres y aunque te devuelvan tu dinero regresarás a tu casa sin saber manejar.

Misión: fallida.

Lo mismo sucede cuando uno está aprendiendo a leer. Entiéndase leer, no en el sentido estricto. Una persona puede aprender a leer incluso antes de poder “pasar la vista por lo escrito interpretando los signos.” Aprender a leer es aprender a gozar de una historia, a ir con el pensamiento del punto A al punto B, identificar en una narración, en un verso, en una imagen algo de nuestro ser. Y eso bien puede ser narrado por otra persona. Y lo que es más. Es mejor que sea así.

El padre o el maestro fungen como catalizadores de ese proceso. Les toca a ellos. A nosotros. Sentarnos con hijos y/o alumnos a mostrarles el pasaporte hacia viajes infinitos que hay en cada libro. Se pueden leer textos literalmente, al pie de la letra, se pueden inventar de la nada, o basados en cuentos ya escritos. En fin. El cielo es el límite.

¿Y si no puedo leer en voz alta?

A veces nos da miedo. Más cuando al ver a los cuentacuentos y las maravillas que hacen. La entonación. La proyección. Las voces de los personajes. Saben hacer como la hormiguita más tierna, y como el osito bebé, y también como el lobo feroz y la bruja malvada. ¡Y se saben los cuentos de memoria! ¿Qué hace uno entonces?

La respuesta es muy sencilla. Uno hace lo que puede. Lo cierto es que el niño no está esperando a un actor o actriz de teatro. Nada de eso. Ellos están felices de que sus padres o maestros se tomen el trabajo de contarles la historia.

El trabajo lo tiene que hacer la historia. Todo es cuestión de elegir el texto adecuado. Si el cuento es bueno, mientras el adulto la pueda leer, el niño se envolverá en ella. Y el tiempo y la atención que comparten con ese adulto lo agradecerán más que nada.

Lo hermoso de esto es que se vuelve un espacio para compartir entre niños y adultos. No sólo comparten el momento de la lectura, sino que comparten las impresiones de la misma que son automáticas. Lo cierto es que los niños no tardan en dar su respuesta ante un texto. Si les gustó. Si no les gustó. Si los atrapó o más bien los aburrió.

Leer junto a nuestros hijos o alumnos es un espacio fundamental para conocerlos, más allá del hecho de que el acto en sí es la base para la formación del hábito de la lectura. Y algo es cierto que los hijos que leen con sus padres tienden a convertirse a su vez en lectores.

A través de la lectura en conjunto podemos enterarnos de qué les gusta, qué les llama la atención, qué cosas temen, incluso qué cosas han visto, cómo están absorbiendo el mundo y qué experiencias han tenido.

Cuando uno tiene conversaciones de lector a lector llega a profundidades que de otra forma es difícil llegar.

Claro que a veces, ni el padre ni el niño están abiertos para le lectura en voz alta. La lectura jamás debe ser algo obligado. Entonces, un ejercicio hermoso es sentarse cada uno con su libro. Son esos momentos en que el niño pide leer solo. Hay que dejarlo. Pero eso no quiere decir que no se le pueda acompañar en silencio. Haciendo lo mismo que él. Demostrándole que ese acto es tan válido para padre o maestro como para hijo o alumno.

Cuando dos personas leen juntas la sensación de complicidad une y genera empatía. El sentimiento del niño de que se valora su espacio y su inteligencia le ayudan a fortalecer su autoestima, su personalidad y claro, su hábito de la lectura.

Es por eso que el derecho número uno es a que cuenten con padre o maestro que les lea en voz alta o lea con ellos. De eso uno jamás se arrepiente. Y dura toda la vida. Nada más ver a familias que leen en vacaciones y discuten libros en la sobremesa. Por eso decimos que familia que lee unida, permanece unida. Y eso es verdad tanto para la familia de sangre, como para la escolar.