Hace ya unos años tuve la oportunidad de pasar un mes y medio en Madrid. Jamás olvidaré que en ese momento había una campaña de promoción de lectura cuyo slogan era Ni Un Día Sin Leer. El metro estaba lleno de afiches que decían gigante Ni Un Día Sin Leer. Fue un verano solitario, un poco apagado y triste. Sobreviví la soledad de aquellos meses gracias al chocolate y a los libros. Engordé varios kilos. Tanto en cerebro como en caderas.
No lo sabía entonces, pero ahora entiendo que ese fue mi primer contacto con la promoción de lectura. Empecé a notar que le metro estaba lleno de gente que hasta parada leía. No creo que haya sido sólo la campaña, creo que es una sumatoria de muchos factores. Un sistema escolar que crea hábitos de lectura, padres que leen y motivan a sus hijos a leer, disponibilidad de títulos y precios accesibles.
Fue inevitable que desde entonces yo haga comparaciones entre aquella imagen y lo que uno ve aquí en Caracas. Cierto, está difícil que le pidas a alguien que viviendo en una ciudad como esta se ponga a leer en un transporte público. Entre el malandro que te va a robar y el hecho de que a veces para montarte en el metro tienes que esperar a que pasen dos, tres y hasta más trenes tal vez sea mucho pedir. Pero lo cierto es que aquí la cultura del “leer” hay que desarrollarla.
La lectura en sí y los lectores están estereotipados. Montados sobre un pedestal de superioridad intelectual y de aburrimiento. Es decir, leer es para los Sheldon Coopers de a pie, los mega inteligentes o hasta los que quieren ser percibidos como tales pero no lo son.
Leer es para el aburrido, el rechazado, el que no tiene amigos, ni vida social, el intenso, el emo, y esa categoría que me parece tan peligrosa, el artista.
Leer está asociado con ladrillos, clásicos, nada que ver con divertirse. Se percibe en general como un acto aburrido. Me ha pasado que he regalado libros y he percibido la nota sarcástica en la expresión de los presentes, como reprimiendo el comentario “ay, pero no se te ocurrió un regalo más chimbo. Tenía que ser la intensa esta.”
Hasta hace unos meses me importaba. Ya no. Porque entendí que mi misión en la vida es promover la lectura. Es empujar a la gente a leer. Estoy estudiando, trabajando, preparando actividades como las que ya están en este blog y otras que vendrán que están orientadas en esa dirección. No se trata de crear grandes literatos, yo lo que quiero es fomentar la lectura, desarrollar lectores, y después cada quien con sus alas que vuele hacia su destino.
Eso sí. Leer está en todo. No existe el yo no leo. Desde el ama de casa, pasando por el cirujano, el actor, hasta la modelo que vive bajo el yugo del esterotipo que no hay mujer bella que primero no sea bruta, la lectura es importante para todos.
He notado que los padres se están preocupando cada vez más porque sus hijos lean. Tal vez nos viene de la realidad tan angustiosa que estamos viviendo en el país. Nuestro sistema educativo es cada vez más precario. Desde la dotación de útiles hasta los materiales con que cuentan los profesores.
Además, maestros y padres tienen que luchar contra una cantidad de factores que le hacen competencia a la lectura. Internet, video juegos, canales con comiquitas las veinticuatro horas al día, las actividades extracurriculares. Ahora es que nos damos cuenta que hay una parte vital de la educación que se está quedando fuera. Que no hay programa escolar que eduque solo. Realmente hacen falta los libros.
Es por ello que como promotores de lectura queremos brindar una ayuda padres y maestros. Y hemos desarrollado este Decálogo del Niño Lector. Una guía. Una ayuda para acercarlos al mundo de la lectura.
Promover la lectura es una de las acciones que, como digo yo, debería dar rebajas en impuestos, no sé, un pedazo de cielo algo.
ResponderEliminarLo que sí sé es que ya tienes es un ángel poderoso con alas grandes protegiéndote cada buena intención de tanto poderoso brujo malvado que pretende que no pensemos, que no razonemos, que no seamos humanos, que no leamos.