miércoles, 4 de julio de 2012

El imperio eres tú. De: Javier Moro


El reloj da las once y yo suelo acostarme antes de las nueve. Soy como una gallina. Pero tengo este libro de Javier Moro en las manos, y sencillamente no puedo soltarlo. Estoy en él. En las descripciones del calor de Brasil, en la angustia del emperador por mantener intactos la vida de su corazón y el destino al fue llamado a servir. La lucha del hombre contra el servidor público. La lucha de los sentimientos de pasión contra los del deber. Pedro I de Brasil es una veleta, y uno como lector también. Uno lo ama y lo odia. Lo entiende. Le desea el triunfo y reza porque vea la luz. 

Quizás de las cosas que más nos pegan son los momentos en que las actitudes de los hombres que hacen Patria se parecen tanto a las que vemos hoy en día. Ya no se viaja en barcos, ni hay esclavos, al menos no pareciera, pero la ironía, la hipocresía, el materialismo, el ventajoso, la sed de poder, la ceguera crónica, la negación, la ignorancia, el pensamiento de los pusilánimes que creen que salvaguardando su bienestar económico van a mantener un status quo de privilegios que no se romperá jamás. El delicado equilibrio de los gobernantes que hacen cosas impopulares porque creen y están seguros de un bien ulterior, porque tienen una visión de país, hasta de mundo. Pero que pierden batallas al pagar caro errores que más tienen que ver con mercadeo de imagen que con ideología. Todo suena tan actual, tan real, que a veces uno se pregunta si Javier Moro no está copiando esto de las primeras planas de nuestros periódicos, en vez de haber hecho una extensa investigación sobre historia latinoamericana y europea. 

Moro nos recuerda que la historia es, eso, historia. Es fascinante. Ambigua. Está llena de reveses y de misterios. Disfruté en esta novela como pocas, y además aprendí. Recordé que no hace falta irse por los lares de lo trivial para pasarla bien en un libro, que lo profundo también tiene su toque de placer. 

Bien escrita. Con un lenguaje rico, con descripciones vívidas y precisas, así debe ser un buen libro. Sin separarse demasiado del lector, sin forzarlo innecesariamente. Uno mismo puede sacar sus propias conclusiones, porque al final Moro tampoco es que decide por nosotros. Amar a Pedro u odiarlo. Culparlo por sus fracasos o entender que tal vez se adelantó a su tiempo, que hubo cosas que no pudo superar. Ya eso es cosa del lector. Como tiene que ser. 

Ender la historia de nuestros pueblos. Pensar sobre ella. Es el primer paso para poder vislumbrar las naciones que queremos construir. No podemos plantearnos qué país queremos ser hasta no tener al menos una idea, de quiénes somos y de dónde venimos. Pedro I salvó a Brasil de aquello que las cabezas calientes del resto de Latinoamérica no se salvaron, los caudillos. Además fue un ejemplo para los políticos de hoy en día, pues peleó sus batallas en el campo con los demás, sin reparos sobre las ventajas que da una jerarquía política, incluso cuando esta se hereda, o hasta se impone con la autoridad de las armas. 

No es el más fuerte el que pisa más duro, sino el que ve más lejos y arriesga más. Y una última cosa, a lo  largo de la historia nos demuestra algo que nos llega al corazón, y es que la desgracia de los pueblos está en la ignorancia, el fanatismo, y en la falta de instrucción. Sobre todo cuando no se lee. Los líderes ignorantes, que no leen sobre su campo y aprenden la historia de los pueblos, tanto los suyos como los extranjeros, son armas letales. 

martes, 3 de julio de 2012

Lectura en Vacaciones


Se acerca el fin de las clases. Los niños ansían las vacaciones, sueñan con cambiar de rutina y no aguantan las ganas de escuchar por última vez en el año escolar el timbre de salida. Las tareas son complicadas y en cierta forma los padres también están esperando un momento de descanso. Durante las vacaciones descansamos todos. Pero también es cierto que  muchos padres se preocupan. Sobretodo en esta época en la que hay tantas distracciones para los niños, que les consumen horas y que no siempre suman en cuanto a la formación y educación que los padres quieren dar.



Las vacaciones no son un momento ideal para introducir la lectura en casa una actividad familiar, de hábito constante, más allá de aquella que se aplica en el ámbito académico. La tarea no es fácil. Poner a competir un juego de video, o un programa de televisión con los libros, que tienen tanta fama de aburridos, no es sencillo. Pero, con un poco de voluntad se puede lograr.

Aquí algunos consejos para lograrlo:

1.    Déjelo escoger las obras que quiere leer:  Una de las cosas que más frustran a un lector es no tener el control sobre lo que lee. Es cierto, a veces los niños de cierta edad escogen cosas que escapan su nivel de madurez, o los temas que toca un libro que quieren son considerados poco aptos por los padres. La escogencia debe ser una acto de compromiso y conversación entre las partes. Ni el niño debe imponerse, ni los padres tampoco. Hagan una lista. Barajen varios nombres. Y luego tomen una decisión en conjunto.
2.    Compren los libros juntos: Ir a una librería es una aventura. Para el lector es estimulante, para el no lector a veces puede dar hasta angustia. Familiarizar a los jóvenes lecturas con el ambiente de las librerías es importantísimo a la hora de estimular la lectura. Si es posible involucrar a un librero, comprometido con su oficio, mejor. Ellos son grandes animadores a la lectura. El tener contacto con otros lectores es fundamental para estimular esta actividad. Además, la compra siempre anima, a todo el mundo le gusta comprarse algo, sentirse retribuido y sentir que estamos haciendo algo nuevo.
3.    Establecer metas claras pero realistas: “Si te lees el Quijote este verano, te doy un premio”. Puede ser algo ideal, pero los chances de que un joven haga alto como esto son poco realistas. No sólo por la dificultad de la obra, sino por su extensión. Como padres debemos estar conscientes qué tipo de lectores son nuestros hijos, cuáles son sus intereses, su disponibilidad de tiempo y su capacidad. En base a eso sí es importante establecer una meta. Ya sea un libro al mes, un libro durante las vacaciones, depende de cada quien. Pero esa meta hará mucho más fácil estimular la lectura. Lo ideal es estimularlos a que no pasen ni un día sin leer, y lo vayan haciendo paulatinamente a fin de convertirlo en un hábito.
4.    Compaginar la lectura con las demás actividades: Cosas como “sólo si lees diez páginas puedes ver televisión”, son perjudiciales para el estímulo de la lectura. Entonces ellos ven la lectura como una competencia con la televisión y las demás cosas que les gustan y no como algo que puede ser tan o incluso más divertido. Hay que dejarle algo de libertad.
5.    Discutir la lectura en familia y lo que es mejor, leer junto a ellos: La lectura es un acto de creación. Cuando leemos también creamos. Parte de esa creación sale a la vista en las discusiones familiares. Si dejamos al niño sólo con su libro, puede que otros estímulos funcionen, pero lo ideal es hacerle sentir que la lectura lo ayuda a compartir con sus padres. Además, es un buen momento para hablar de temas difíciles de abordar. Si uno puede leerse el mismo libro y al mismo tiempo, entonces mucho mejor. Se puede hacer un mini club de lectura en casa. Un espacio para demostrarle que la lectura es algo que une, que nos ayuda a conocer a nuestros hijos, pero también a que ellos conozcan a sus padres, y cómo piensan.